Contra del trabajo infantil


A dos décadas de iniciado el siglo XXI, el trabajo infantil persiste como un flagelo social cuyos efectos son devastadores para niñas, niños y adolescentes, pues sus consecuencias negativas se manifiestan al interferir en su educación, salud mental y física, lo que a largo plazo puede afectar, en la vida adulta, su productividad y estabilidad.

Por ello, en 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó, por unanimidad, una resolución cuyos principales objetivos es instar a los gobiernos de los Estados Miembros, a que adopten las medidas necesarias para alcanzar la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG).

Cuyo principal objetivo es instar el trabajo forzoso, poner fin a la esclavitud moderna y a la trata de seres humanos, y velar por la prohibición y la erradicación de las peores formas de trabajo infantil, en particular, el reclutamiento y la utilización de niños soldado; en resumen: poner fin a todas las formas de trabajo infantil, fijando como plazo el año 2025.

Para Guy Ruder, director general de la OIT, el trabajo infantil no tiene cabida en la sociedad, pues priva a niñas, niños y adolescentes de un futuro promisorio y mantiene a las familias en situación de pobreza.

Por desgracia, fenómenos como la pandemia del COVID-19, amenazan con frenar las intenciones por acabar con este problema, ya que a decir de la propia OIT y del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) a consecuencia de la contingencia sanitaria muchas familias pobres y vulnerables están viendo reducido sus ingresos económicos, lo que puede generar que se presenten más posibilidades de que madres y padres involucren a sus hijos en el trabajo, para solventar sus necesidades, impidiendo que niñas, niños y adolescentes estén viendo reducidos, aprendizaje y bienestar.

Ante las consecuencias económicas de la pandemia, ambos organismos internacionales han solicitado a los gobiernos expandir la protección social para la población más vulnerable, pues los programas sociales ayudan a complementar el ingreso familiar, el cual se identifica como uno de los principales factores que llevan a los hogares a involucrar a niñas y niños en actividades laborales.

“La decisión de una familia de involucrar a niños, niñas y adolescentes en trabajo infantil es fuertemente influenciada por factores como el ingreso familiar, la incertidumbre y la percepción que los padres o cuidadores tengan sobre los retornos que ofrece el trabajo inmediato respecto a la retribución que tendrá posteriormente la educación”, señalaron en un comunicado conjunto, emitido el 12 de junio de 2021, la OIT y UNICEF.