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Edición 3 | Artículo Principal | Octubre 2020

 

Primera Infancia para Toda la Vida

Unidad de Atención a Población Vulnerable
Dirección General de Coordinación y Fomento a Políticas para la Primera
Infancia, Familias y Población en Situación de Vulnerabilidad

 

La atención y cuidado durante la Primera Infancia es esencial para el desarrollo óptimo de las niñas y niños, ya que a lo largo de los primeros seis años de vida se asegura el aprendizaje, una buena salud y se conforman los vínculos afectivos más importantes. Investigaciones en la materia han aportado datos contundentes relacionados con el hecho de que las experiencias vividas y las intervenciones que realizan las principales figuras de cuidado de niñas y niños perduran a lo largo de la vida.

Los procesos de desarrollo y las experiencias que ocurren en la Primera Infancia determinan la arquitectura básica del cerebro. En este periodo, el cerebro se desarrolla rápidamente, creando de 700 a 1,000 nuevas conexiones neuronales por segundo, una velocidad que nunca más se volverá a alcanzar en el transcurso de la vida humana. (Schady, 2015; Britto, 2014)

Cuando nace una persona, su cerebro ya contiene casi todas las neuronas que llegará a tener y para los dos años se habrán creado un número formidable de conexiones neuronales, el cual se reduce más adelante con base en las que se usan con mayor frecuencia. Un ambiente óptimo favorece el desarrollo del cerebro, mientras que uno adverso lo obstaculiza a corto plazo pero también, y más grave aún, a largo plazo; por ejemplo, la desnutrición durante el embarazo es causante del peso bajo al nacer y esto aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas en la adultez.

 

Las niñas y los niños que no experimentan el cuidado cariñoso y sensible necesario para que sus capacidades prosperen son menos sanos, tienen su desarrollo limitado, aprenden menos y completan menos grados en la escuela; es más probable que les resulte difícil la interacción social y el tener confianza en su entorno.

La importancia central de las intervenciones de los adultos que participan en el cuidado y atención de niñas y niños, específicamente las madres, los padres y los agentes educativos, radica fundamentalmente en fomentar experiencias positivas que generen vínculos afectivos saludables que permitan enfrentar con éxito los diversos retos en el desarrollo afectivo y social. En el entendido que “infancia es destino”, el ambiente que rodea a la niñez durante esta etapa debe ser cálido, afectivo y enriquecido de aprendizajes diversos.

En esta etapa, niñas y niños adquieren los procesos físicos y fisiológicos que les permitirán consolidar sus competencias para la vida, el desarrollo integral es la clave del éxito para potenciar todas sus capacidades.

Durante los primeros años de vida, los miembros de la familia inmediata y los responsables de crianza son las personas omnipresentes y más constantes en el entorno del menor; por todo esto, la relevancia que tiene su participación en el desarrollo infantil se relaciona con aspectos específicos, tales como:

  • Una crianza amorosa basada en la comunicación y las buenas prácticas familiares.
  • Una alimentación balanceada y acorde a las necesidades de su edad.
  • El juego como detonante de habilidades motrices y motoras, como el escenario perfecto para interactuar y desarrollar habilidades cognitivas y sociales.
  • Hábitos de higiene y descanso.
  • Un círculo de contención que dé seguridad y confianza.

La formación de la identidad y la construcción de la personalidad de los individuos se encuentran ligadas a las experiencias de vida y el mayor impacto de estas vivencias se sitúa en aquellas de la primera infancia. Por ello, la adecuada atención, cuidado y desarrollo integral en este periodo específico de desarrollo, conforma la base del bienestar de cada persona, así como de la sociedad en la que participe.

De tal suerte que la niñez, en sus primeros años de vida, tendrá la necesidad imperiosa de recibir estimulación, atención y protección al interior del seno familiar y también dentro de la comunidad cercana que le rodea. Asimismo, precisará de una alimentación completa, correcta, equilibrada y sana. Todos los elementos antes expuestos podrán contribuir a garantizar que niñas y niños se beneficien de un buen desarrollo y, por consiguiente, de la posibilidad de tener mejores oportunidades de éxito frente a los diversos retos que enfrenten.

Para el DIF Nacional la atención y cuidado de la Primera Infancia requiere de la suma de esfuerzos institucionales y acciones de los diversos sectores sociales para proporcionar a la niñez mexicana, desde su nacimiento, el acompañamiento indispensable que le reconozca como personas con plenos derechos y seres humanos a los que se les procure con amor y cariño.

 


 

 

María del Rocío
García Pérez

Titular del SNDIF

Atención a la Primera Infancia: Fortaleciendo a México

OPINIÓN

 

Save the Children

Cuidado Infantil y Educación Inicial

COLUMNA INVITADA



familias de acogida